Prendimos la mecha de nuevo, deseando arder, olvidando el olor a quemado de días pasados. El viento borró las cenizas de antiguas hogueras ya extinguidas, y aunque nosotros nos encontramos por primera vez, hay sabores que nunca se olvidan.
Aun sabiendo que el amor a veces consume, las primeras llamas son tan fuertes y abrasadoras, que es difícil pensar que en cualquier momento pueden convertirse en brasas calcinantes.
Tus dedos son cerillas que buscan prender cada centímetro de mi piel y yo, ansiosa por volver a sentir me dejo quemar beso a beso.
El chisporrotear de tus ojos ilumina la oscuridad de mis días, acalla los silencios de un alma llena de quemaduras. El humo inunda mis pulmones, pero aun así, no temo a la asfixia, una vez más dejaré que las llamas decidan mi destino.
No existen los corazones ignífugos, todos vivimos con el peligro de que el fuego nos alcance y cuando lo hace, ardemos. Ardemos sin resistencia, deseando que nunca se apague la llama, que las brasas no deshagan nuestros sentimientos y que el amor no se conviertan en cenizas al antojo del viento. ©