martes, 24 de abril de 2018

MI PROPIO RITMO


¿Te acuerdas de aquella canción? ¿Cómo se llamaba? No recuerdo su título, pero si lo que me hacía sentir. Recuerdo la letra y como la cantábamos a pleno pulmón, entre risas, en una pelea de caricias que ambos ganábamos siempre.
Su melodía inunda mi cabeza y si cierro los ojos, vuelvo a esos días, a ese momento preciso en el que nuestros labios desataban tormentas, que nos dejaban naufragando entre sabanas.
Con el tiempo el piano se ha ido desafinando, sus versos han perdido plenitud y entre líneas, ya no aparece tu sonrisa. Antes hablaba de dos, contaba una historia, creíamos que la nuestra, puede que todos pensaran igual.
Ahora ya no suena tan alegre, supongo que es el descompás de un corazón que late solo, a destiempo y sin ritmo porque no se sabe las notas que tocaba el otro. Porque aquella canción era un dueto y por mucho que me esfuerce, nunca volverá a sonar igual. No habrá voz en el mundo que haga de ella lo que un día fue, será una melodía del pasado, una cinta olvidada en el cajón de los sueños rotos, unos versos que jamás tendrán el mismo significado.
Puede que algún día olvide su letra y lo que me hacía sentir. Puede que en algún momento la escuche sin echarme a llorar, sin recordar lo que perdí. Incluso puede que encuentre otra canción que me devuelva la sonrisa, las ganas de volver a cantar a gritos, de tararear en un oído que termine las frases que yo dejo a medias. O quizás sea el momento de escribir mi propia letra, de encontrar mi ritmo y lanzarme al estrellato como solista. Al fin y al cabo, solo se trata de ponerle música a la vida. 


©

Fotografía realizada por Sara M.G.G 
 

miércoles, 18 de abril de 2018

TÚNEL



— Tengo miedo ¿y si no me gusta lo que hay al otro lado?
— Si te quedas aquí nunca lo sabrás, debes avanzar, seguir hacia delante, solo así descubrirás que te espera donde vayas.
— Pero… aquí estoy segura ¿vendrás conmigo?
— No, es un camino que debes hacer tú sola.
— ¿Sola? ¿y si me pierdo ahí fuera? ¿qué será de mi?
— Quizás tengas que perderte ¿quién dice que no lo estés ahora mismo? La oscuridad siempre sabrá encontrarte, pero puede que solo haya una oportunidad de cruzar esa puerta ¿estás dispuesta a pasar el resto de tu vida preguntándote qué había tras ella? Avanzar es un deber, equivocarse una posibilidad, perderte una adivinanza del destino, pero siempre encontrarás un camino y solo siguiéndole hasta el final, sabrás si acertaste o no.
— ¿Y cuando llegue al final? ¿qué ocurrirá entonces?
— Que podrás mirar atrás con orgullo, ver todo el camino que fuiste capaz de recorrer y que aquel monstruo llamado miedo, no era tan grande como parecía.    
© 

 

miércoles, 11 de abril de 2018

TIEMPO


Tiempo. Todo se reduce al tiempo. Al que perdemos sin darnos cuenta, a ese que pasamos decidiendo, al que dedicamos a banalidades, aquel que destinamos a personas o cosas que después no era tan necesarias.

Tiempo de esperar, de olvidar, de odiar.

Tiempo que no se detiene, que avanza silencioso entre minuteros y recuerdos del pasado.

Tiempo invertido en soñar, en proyectos que no terminaremos por llevar a cabo, en realidades que a veces ganarán el pulso.

Tiempo que se va y jamás regresará a nosotros.

El que desperdiciamos en la búsqueda de esa ansiada felicidad, que se empeña en jugar al escondite y que al dar con ella, no era como esperábamos, porque en el camino olvidamos la verdadera meta.

Tiempo de ganar o perder, de llegar o quedarse atrás, de llorar o sonreír a la vida, de querer, poder o deber.

Tiempo de crecer, aprender, madurar, de arrepentirse, de pedir perdón, de escuchar, callar, de arriesgarse.

Tiempo…solo tiempo…

Y sin darnos cuenta, olvidamos los pequeños detalles que nos dan los segundos. Ese en el que nuestro corazón se paró del susto, el latir acelerado al reconocer el amor cuando sin querer nos tropezamos con él. Aquel abrazo amigo que nos calmó el dolor, la caricia sincera que llegó cuando más la necesitábamos.

Minutos y segundos perdidos en el tic tac de un reloj que no funciona eternamente.

Los minutos que supone esa infancia que tanto deseamos dejar atrás para ser mayores y que cuando se va, deja un sabor amargo que nos acompañará siempre. Porque el tiempo de niñez es ilusión, inocencia, es un juego entre dos niños desconocidos que se hacen amigos con un "¿Cómo te llamas?".  Porque a esa edad el miedo dura los mismos minutos, que tardamos en cerciorarnos de que el monstruo no está bajo nuestra cama.  

Tiempo efímero que en la juventud nos sobra y que con los años nos falta.

Lejana adolescencia, en la que dejábamos pasar los minutos con la convicción de que al día siguiente saltaríamos de nuevo a comernos el mundo.

Madurez sorpresa, que llega de repente y a veces nos borra la sonrisa.

Cercana vejez, en la que luchamos por cada segundo como si fuera el último, porque puede que lo sea.

Tiempo, solo tiempo.

Horas invertidas en el mañana, en un futuro lejano al que llegar por mil caminos diferentes y ninguno recto, ni totalmente seguro.

Millones de minutos destinados a pensar en aquello que sabemos que tarde o temprano llegará, porque eso es lo que nos depara el tiempo. Y cuando ese segundo se nos presenta, sin duda, le rogamos a la muerte tiempo, solo un poco más de tiempo

©