miércoles, 11 de abril de 2018

TIEMPO


Tiempo. Todo se reduce al tiempo. Al que perdemos sin darnos cuenta, a ese que pasamos decidiendo, al que dedicamos a banalidades, aquel que destinamos a personas o cosas que después no era tan necesarias.

Tiempo de esperar, de olvidar, de odiar.

Tiempo que no se detiene, que avanza silencioso entre minuteros y recuerdos del pasado.

Tiempo invertido en soñar, en proyectos que no terminaremos por llevar a cabo, en realidades que a veces ganarán el pulso.

Tiempo que se va y jamás regresará a nosotros.

El que desperdiciamos en la búsqueda de esa ansiada felicidad, que se empeña en jugar al escondite y que al dar con ella, no era como esperábamos, porque en el camino olvidamos la verdadera meta.

Tiempo de ganar o perder, de llegar o quedarse atrás, de llorar o sonreír a la vida, de querer, poder o deber.

Tiempo de crecer, aprender, madurar, de arrepentirse, de pedir perdón, de escuchar, callar, de arriesgarse.

Tiempo…solo tiempo…

Y sin darnos cuenta, olvidamos los pequeños detalles que nos dan los segundos. Ese en el que nuestro corazón se paró del susto, el latir acelerado al reconocer el amor cuando sin querer nos tropezamos con él. Aquel abrazo amigo que nos calmó el dolor, la caricia sincera que llegó cuando más la necesitábamos.

Minutos y segundos perdidos en el tic tac de un reloj que no funciona eternamente.

Los minutos que supone esa infancia que tanto deseamos dejar atrás para ser mayores y que cuando se va, deja un sabor amargo que nos acompañará siempre. Porque el tiempo de niñez es ilusión, inocencia, es un juego entre dos niños desconocidos que se hacen amigos con un "¿Cómo te llamas?".  Porque a esa edad el miedo dura los mismos minutos, que tardamos en cerciorarnos de que el monstruo no está bajo nuestra cama.  

Tiempo efímero que en la juventud nos sobra y que con los años nos falta.

Lejana adolescencia, en la que dejábamos pasar los minutos con la convicción de que al día siguiente saltaríamos de nuevo a comernos el mundo.

Madurez sorpresa, que llega de repente y a veces nos borra la sonrisa.

Cercana vejez, en la que luchamos por cada segundo como si fuera el último, porque puede que lo sea.

Tiempo, solo tiempo.

Horas invertidas en el mañana, en un futuro lejano al que llegar por mil caminos diferentes y ninguno recto, ni totalmente seguro.

Millones de minutos destinados a pensar en aquello que sabemos que tarde o temprano llegará, porque eso es lo que nos depara el tiempo. Y cuando ese segundo se nos presenta, sin duda, le rogamos a la muerte tiempo, solo un poco más de tiempo

©




No hay comentarios:

Publicar un comentario