Érase que se era, una
historia jamás conocida por niño alguno. Una que los adultos con temor absoluto
callaron. Nadie, nunca, quiso hablar de ella, pues así sería como si no hubiera
ocurrido.
Aquella vieja historia; según
cuentan los rumores de los bajos fondos, donde trolls, ogros y dragones quedan
para jugar al póker y apostar cuentos de contrabando. Comenzó una tarde tonta,
de estas no marcadas en el calendario. Cuando un aburrido gato negro de nombre
Plutón, se puso a enredar por las estanterías y a juguetear con los libros.
Tan revirada era su maldad,
que hallaba gozo en cada una de sus fechorías. Fue aquel tuerto felino quien
provocó esta silenciada historia.
Queriendo trepar a lo alto
de la estantería, terminó resbalando con sus patas de atrás y sin querer
dejarse al antojo de la gravedad, fue a clavar sus uñas en los lomos de un
antiguo libro. Gato y libro acabaron en el suelo, Plutón cayó de pie, pero
aquel viejo tomo poseedor de centenares de reinos, hadas y caballeros, quedó sin
el abrigo de sus tapas y con las hojas tan mezcladas, que ni sus creadores
podrían volver a ordenarlas.
El mundo mágico tembló y
todos y cada uno de los cuentos se corrompieron hasta el exceso. He de
advertirte de que, si aún atesoras inocencia, es momento de que no alimentes tu
curiosidad, pues en esta ocasión podría ser el gato quien termine matando una
parte de ti.
Quién puede resistirse a lo
prohibido, ¿verdad? Olvida todo lo que te contaron, deja a un lado los cuentos
con los que, en la niñez, fuiste engañado, bienvenido al Reino del caos…
Tras el gran seísmo que
sacudió la tierra de las fantasías, todo quedó en silencio. Alguna que otra
nube se descolgó del cielo, los pájaros eran incapaces de cantar a causa del
miedo, pastorcillos y aldeanos miraban en rededor buscando una explicación a lo
sucedido.
Del interior del bosque
surgieron unos gritos, todos corrieron para ver con sus propios ojos el porqué
de su proveniencia. Al llegar quedaron espantados, pues de la alta torre allí
plantada, colgaba de sus cabellos la joven Rapuzel. El temblor debió
precipitarla por la única salida construida, una ventana y, en su fatídica
caída, su larga cabellera quedó enganchada de un saliente provocando así que,
sin llegar al suelo y quedado suspendida, su cuello se rompiera dándole una
trágica muerte.
Más adentro, allí donde la
espesura de los árboles se vuelve laberíntica y la noche convierte aquella zona
de los bosques en un lugar oscuro y terrorífico, se encontraban practicando el
tiro con arco Blancanieves y Robin.
La joven Blanca siempre
perjuró que fue un accidente pues, con la sacudida del suelo, su arco se
disparó sin querer, atravesando al pobre Robin con una flecha. Las malas
lenguas cuentan otra versión muy diferente, pues insinúan que los hechos acontecidos
no fueron fortuitos, sino la excusa perfecta.
Desde hacía siglos los
dominios de los bosques le pertenecían a Robin, nada por aquellas tierras
ocurría sin que él lo supiera o lo aprobara. Por otro lado Blanca, que había descubierto
de la peor forma que sucede cuando no hay final feliz y tu príncipe te abandona,
se había vuelto una joven ambiciosa al encontrar la felicidad que
proporcionaban las riquezas. Con la muerte del tenaz arquero, Blanca se
convertía en la nueva guardiana de los bosques y con ello, libre de llevar a
cabo junto con los siete enanitos, sus ilegales negocios con el polvo de hadas.
Pero no fue ella la única en
aprovechar el momento de confusión y caos. El dormido instinto de algunos de
los mágicos seres que habitaban el reino de la fantasía, vio la oportunidad de
hacerse oír y ver.
Ese fue el caso de las
perdices que cansadas de los sanguinarios cuentos de final feliz, se dieron a
los cielos embargadas por el odio. Una nube negra oscureció el día; después,
vino la lluvia de picotazos, aldeanos, doncellas y reyes corría de un lado a
otro intentando escapar de las garras de las enfurecidas perdices, que tras
años de silencio al fin se cobraban su venganza.
Los lobos más discretos que
las revolucionarias aves, se unieron y crearon una pequeña asociación donde
todo aquel que hubiera sido víctima de un cuento, pudiera encontrar refugio y
consuelo, pues buscaban vivir sin ser señalados con el dedo como los eternos malos de la historia.
Los estragos de aquel día se
fueron sucediendo sin descanso, la armonía iba en decadencia, el mundo tal y
como lo conocían todos aquellos seres de luz y alegría, se tornaba oscuro y
reinado por las malas intenciones.
Gretel, descubriendo que
había sido privada de príncipe que acudiera en su auxilio, decidió buscar
justicia e ir ella misma a buscarlo. Cuál fue su sorpresa al descubrir que los
apuestos caballeros o hijos de reyes, nada más que poseían belleza y un valor
forjado por la ignorancia. Razón por la que terminó convirtiéndose en cazadora
de príncipes y de sus títulos nobiliarios, siendo Florián, esposo de Blancanieves,
una de sus primeras víctimas.
Su hermano Hansel por el
contrario encontró su verdadera vocación, la música. En sus andanzas como
cantautor fue a dar con el flautista de Hamelín quien, ya reinsertado en la
sociedad tras cumplir condena por su asesinato en masa, era libre. Ambos
formaron un grupo llamado El Embrujo
y cautivaban a todo aquel que osaba pararse a escucharlos.
Peter envidiaba ese don, no
el de manejar los instrumentos musicales, si no el de hipnotizar sin esfuerzo.
Tras el cierre de Nunca Jamás por
algunos problemas jurídicos sobre los derechos del menor, se había visto
obligado a crecer; hasta tal extremo que se terminó casando con Wendy. Lo que
ninguno de los dos esperaba era que el entonces maduro Peter no pudiera dar
hijos a Wendy, su abuso del polvo de hadas le había condenado a la esterilidad.
Pero esa no era la única
razón por la que la señora de Pan era infeliz. Aunque adoptó como hijos a los
siete cabritillos cuando su madre los abandonó para irse con la Bestia y eso le
trajo algo de alegría al alma, sospechaba que Peter le engañaba con la joven Caperucita,
ya que todas las tardes salía por la puerta y adentrándose en los bosques,
tomaba el camino a casa de la difunta abuelita.
¿Y qué paso con Bella, te
preguntarás? Pues la dulce y pizpireta muchacha que terminó siendo seducida por
una feroz Bestia, se sintió completamente estafada al ver como su peludo amor
se convertía en un monstruoso príncipe. Ni su cejijunto rostro la atraía, ya se
había acostumbrado a los pelos en la lengua y al calor que le proporcionaba el
velludo cuerpo de él, en las frías noches de invierno.
Tal fue el enfado de Bella que
sin darse cuenta, se fue transformando en una enorme y salvaje bestia. Solo
Aurora fue en su auxilio creyendo ser de ayuda al llevar a sus tres hadas
madrinas Flora, Fauna y Primavera. Pero aquella fealdad sobrehumana no atendía
a hechizos ni conjuros, por lo que las tres pequeñas hadas se marcharon dejando
a Aurora con ella.
Blancanieves les había
ofrecido un negocio seguro y las mágicas mujercillas estaban cansadas de cuidar
de la princesa durmiente, ya que tras cien años de profundo sueño, la joven
princesita sufría una terrible narcolepsia y cuando se trataba de cargar con
ella, los animalillos del bosque salían huyendo.
Pero retomemos la historia
del no tan joven y apuesto señor Pan, pues en ella hay más involucrados y no
quisiera dejar cabos sin atar.
Wendy cegada por los celos
erraba al creer que su marido Peter la era infiel y aunque lejos de ser verdad,
hay que reconocer que algo de razón tenía. Sí que salía cada tarde para
encontrarse con ella, pero la relación que unía a Caperucita y Peter nada tenía
que ver con romances, la ahora adolescente muchacha de roja caperuza solo
buscaba hacer negocios.
Después de su angustioso
viaje al estómago del lobo feroz y el desagradable encuentro con su abuelita descarnada
allí dentro, la niña terminó usando el fémur de la viejita para abrir al lobo
en canal desde el interior del vientre. Comprendió así, que, aun haciendo caso
y tomando el camino correcto, igualmente la vida te lleva a ese punto en el que
el destino te abofetea sin piedad o, en su caso, te engulle sin tan siquiera
masticar.
Aquel día renació una nueva
Caperucita, una que iría al margen de la ley y sus prohibiciones, salirse del
camino era mucho más divertido y enriquecedor. Abandonó su cestita de dulces y,
prometiendo comida a cambio de secretos, se hizo amiga de los cuervos del
bosque. Incapaz de elegir bando y con Robin muerto, no quería ser como los
demás y someterse a Blancanieves, pues sabía que los negocios de esta provenían
del tráfico y esclavitud de hadas. Por esa razón, Caperucita roja pasó a ser la
bandolera de los cruces de caminos y todos empezaron a llamarla casaca sangrienta. Su cambio de nombre
llamó la atención de una mujer que, tiempo atrás, en un reino ya olvidado en el
que poseía una vida llena de lujos, que fue reducida a cenizas por la pura
envidia que atenazaba su alma, y que le llevó a un destierro injusto en una
destartalada casucha en la linde del bosque, allí donde casi pueden
vislumbrarse el final de los cuentos.
Aquella mujer que en las
primeras páginas de su historia fue Reina y madrastra, que después se volvió
bruja solo por el odio y el temor de no ser la más bella del reino y que fue
capaz de convertir en arma, una simple manzana. De ella solo quedaba la sombra
de todo lo que en su día fue; entonces, sin título de Reina y ni tan siquiera
de bruja, Grimhilde solo era una vieja pitonisa que decía ver
el futuro. Lo que en palabras veraces venía a decir, una farsante con ayuda
mágica que seguía atesorando un despiadado corazón de espino. Convenció a los
cuervos para que hicieran llegar a Caperucita ante ella, dando comienzo así a
su amistad de mutua conveniencia.
He
aquí donde entra Peter, pues era el pobre infeliz al que Grimhilde, Caperucita
y el verdadero cerebro de toda la banda de farsantes; el espejito mágico, estaban
engañando de manera cruel ¿Cómo? Simple. Había algo que Peter anhelaba casi
tanto como volver a ser niño, a su fiel y pequeña compañera, Campanilla.
Aunque
la historia de la luminosa hada no está del todo confirmada, se habla de que
abandonó los libros y saltó a la gran pantalla, como estrella protagonista de
sus propias andanzas. Pero el necio de Pan nada sabía de aquello y solo hacía
que vaciar los bolsillos de sus verdes mallas, en pro de saber el paradero de
la mujercilla, a la que quizás siempre amó.
Esta
historia ya casi está llegando a su final y no quisiera que se perdiera nada de
camino a él, pues las prisas nunca fueron buenas y si no, que lo pregunten a
Cenicienta.
El
día que se desató el caos andaba ella en el ropero de palacio buscando con
desesperación que ponerse para salir a buscar al príncipe azul, pues llevaba
varias jornadas sin noticias de él. En ese momento todo tembló, provocando que
todos sus zapatos de cristal cayeran al suelo y se hicieran añicos. En su caída
le produjeron cortes en brazos y piernas, pero los peores fueron los de su
rostro, pues la bella princesa quedó cruelmente desfigurada a causa de ellos. Nada
pudo hacer por Cenicienta su hada madrina, ya que aunque curó sus profundas
laceraciones, le quedaron unas terribles cicatrices. Primero hizo que sacaran
de palacio todo aquello que fuera de cristal, después perdió la cabeza viendo
peligros allí donde mirara y finalmente una noche, salió a caballo y nunca más
se la volvió a ver en el reino.
Fue
a terminar en una humilde casita de madera, a la que sedienta y hambrienta
llamó buscando refugio. Cuál fue su sorpresa al descubrir, que quien abría la
puerta se hallaba más desahuciado y perdido que ella.
Ya
no quedaba nada del niño que llegó a ser, al morir Gepetto y con Pepito Grillo
huido de la justica, el joven Pinocho se sumió en una profunda tristeza que le
llevó por el oscuro camino de la autodestrucción. A causa de sus malas
elecciones el hechizo que le había vuelto humano se revocó y se volvió de nuevo
una marioneta de madera.
Mentía
tanto que su nariz acabó partiéndose en dos, intentó suicidarse arrojándose al
río, pero su cuerpo de madera le hacía flotar. Un día de tormenta subió a lo
alto de las montañas y extendió sus brazos incitando al cielo, para que le
diera muerte con uno de sus rayos. Solo consiguió chamuscarse el tallado tupé y
un olor a tronco quemado que desde entonces jamás le abandonó.
Pinocho
estaba harto de sentir, quería olvidar o, simplemente, desaparecer…
Una
de las tardes que Pinocho caminaba por los bosques, buscando como quitarse la
vida, fue a dar con un enanito de barba blanca que parecía hacer tratos con una
joven de cabellos de oro y un pedazo de cielo por vestido. La muchacha decía
necesitar algo porque debía ir a tomar el té con un conejo y un tal Sombrerero,
pero el enanito negaba con la cabeza, pues al parecer ya no fiaba, tenía que pagarle
primero.
Cuando
la muchacha se marchó, el enanito que se presentó como Bonachón, se interesó
por la tristeza que acompañaba a Pinocho. Éste le contó de su pena y de su
deseo de no querer sentir y el enanito de buen hacer; que no de tan buen ser,
ya que de bonachón solo tenía el nombre, le ofreció algo con lo que curar su
sufrimiento.
Desde
aquel día Pinocho no volvió a sentir y cada vez más de su pena olvidaba, pues
lo que el enanito le había dado, hacía vibrar cada centímetro de su cuerpo de
madera.
Cenicienta
llegó cuando, quizá, ya era demasiado tarde para Pinocho. Su adicción a la
resina, que el enanito le proporcionaba tan amablemente a cambio de jaulas de
madera, le había llevado a una terrible carcoma.
La
desfigurada princesa quiso quedarse y cuidar de él. Puede que fuera porque no
tuviera donde ir, o por la pena que la desahuciada marioneta le inspiró. El
caso es que Pinocho, al igual que esta grotesca narración, sin pena ni gloria
llegó a su fin.
Puede
que todo lo aquí contado sean falacias. Puede que los siglos y el pasar de boca
en boca hayan corrompido esta historia hasta el exceso. Quizás ocurriera, o tal
vez no, pues centenares de versiones nos contaron antes y en todas ellas,
siempre hubo algo de cierto y otra parte que, sin llegar a ser mentira, nos
convenció de que los sueños, los deseos y los finales felices, también pueden
existir.
©
Si no fuera porque escribes tan bien, tienes una imaginación prodigiosa y me has mantenido la atención e interés hasta el final, no se si te perdonaría el trato a los personajes.
ResponderEliminarEspero que sepas perdonarme ;-)
EliminarFantasía total la decadencia de Pinocho y su adicción por la resina. Me quito el sombrero.
ResponderEliminarGracias por leerme y comentar Will! No sabes lo que te lo agradezco 😉
EliminarNo has dejado títere con cabeza. Te has cargado de un plumazo todas las versiones absurdas e incoherentes que han existido, pero... Pobres... Tampoco hacia falta hacerles la vida tan miserable 😂😂 Tienes una grandiosa imaginación y una facilidad para la narrativa increíble. Enhorabuena por ese don, pero la próxima déjame a alguno un poco apañado que me has destrozado todos los cuentos 😂😂
ResponderEliminarEra justo que alguien vengara la memoria de las perdices. 🤭 Gracias por pasarte a leerme y comentar 😉
EliminarGenial Kass. No has dejado que ningún cuento tenga fin al feliz. Vaya desastre ocaciono el gato en su caída. Creo que la historia lo premiará en algún momento.
ResponderEliminarBravooooo 👏👏👏
Gracias Celestino! Como sabes, los finales felices no son lo mío 😂 Gracias por pasarte y comentar 😙
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