Gracias a ti
aprendí a volar, a que los sueños pueden darse a plena luz del día y con los
ojos abiertos. Que la imaginación también necesita alimentarse y que no tiene
límites.
Gracias a ti
descubrí que una princesa puede ser guerrera, que los príncipes no siempre son
buenos, y que una sirena, si quiere, es capaz de vivir en el desierto.
Por ti me
enamoré mil veces, saboreé tantos desamores, que algunos quedaron grabados en
lo más profundo de mi pecho.
He sido
espía, astronauta, asesina en serie, he estado en tantos lugares, que casi me
cansé de andar por ellos mentalmente.
Batallé en
un centenar de guerras, al mismo tiempo que bailaba entre historias románticas
de final feliz. Fui a Marte y regrese en tren, para terminar en el país de las
mil maravillas pasando por nunca jamás.
Me agobie
siendo insecto, para acabar recitando las Nanas de la cebolla. Conocí a platero
y desde entonces viaja conmigo.
Comprendí
que el amor a veces mata cuando todos se oponen a él, y que ser o no ser, es
una cuestión a tener en cuenta. Que un pobre loco puede convertirse en un héroe
al luchar contra molinos de viento.
Habité otros
cuerpos y viví sus historias, paseé por tantos siglos y mundos diferentes, que
en alguna ocasión sentí nostalgia de volver al mundo real.
Me mojo con
la lluvia que a veces mana de tus páginas, lloro la pérdida de aquel que muere
entre líneas y busco al culpable sin creer la palabra del narrador, porque
hasta él muchas veces miente.
Tú, el más
fiel de los compañeros, el que siempre tiene algo que contar. Mi gran amigo
silencioso que cada noche me hace volar lejos, muy lejos, allí donde lo
imposible está escrito, donde mi habitación se convierte en un mundo aparte y
cualquier cosa puede suceder.
Porque no
hay nada comparable al perfume de tus hojas, ni al tacto de tu cubierta, que
parece devolver la caricia a la yema de mis dedos. Porque abrirte es entrar por
una puerta que no sabes dónde te va a llevar, pero sin duda la cruzas, porque
es difícil que decepciones.
Gracias por
permitirme soñar, viajar, conocer a personajes e historias que me acompañaran
el resto de la vida. Eres el cobijo del solitario, el que pone letras al
silencio, porque aunque siempre tengas un fin, se que vendrán otros. Gracias
por ser el que hace de mis estanterías el mayor de los tesoros. ©
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